NutriScore

El etiquetado actual de los productos que compramos en nuestro supermercado habitual es bastante deficiente. Vamos poniendo un poco de conciencia en cómo interpretar esta información, pero aún vemos que en ocasiones puede ser engañosa para la población.

Es importante destacar que, actualmente las tasas de sobrepeso y obesidad en España son alarmantes (1). En un estudio realizado en el 2016 en el que analizan la población de 25 a 64 años en las distintas comunidades autónomas, vemos como en Cantabria, por ejemplo, el porcentaje de sobrepeso alcanza el 39,3 % y el de obesidad el 17,6%. Son cifras relevantes que nos indican que tenemos que reconducir está realidad.

Si partimos desde el principio, la intención con la que actualmente se ha hecho el etiquetado es la de “vender más” y “esclarecer lo mínimo”. Efectivamente, estarás pensando que es evidente ya que el etiquetado está a cargo de la industria alimentaria. Esta tiene intereses muy distintos a las entidades públicas y los profesionales que nos dedicamos íntegramente a la salud poblacional.

Ahora bien, cada vez la población y las entidades comprometidas con la salud están haciendo más presión para que la información de las etiquetas no sea confusa y se pueda comparar entre alimentos del mismo grupo.

La ministra de sanidad, Mª Luisa Carcedo, ha propuesto un baremo llamado NutriScore para reforzar la lucha contra la obesidad. A fecha de hoy no es definitivo, pero es una actualidad ya que mejora el sistema actual de etiquetado, pero aún se queda corto.

Hay que destacar que, con este sistema se sigue valorando a los alimentos por sus ingredientes individualmente y no por sus efectos a largo plazo en el organismo del ser humano. Otro punto es que, solo sirve para comparar productos entre su grupo, no podremos comparar entre grupos de alimentos. Podrían aparecer incongruencias como que una bebida light (insana y no aconsejable) tenga mejor puntuación que el aceite de oliva (sano y aconsejable), lo cual es confuso para la población (Fuente: sinazucar.org).

Otro aspecto es que, la industria alimentaria teniendo en cuenta el algoritmo de NutriScore, modificará alguno de sus productos para que en esa escala salga favorecido. Seguirá siendo insano, pero a juicio del NutriScore saldrá beneficiado.

Toda esta polémica sobre el etiquetado de los alimentos aparece justo en el momento en el que la industria alimentaria propone un sistema de etiquetado de semáforo. Este sistema destaca por su bajo fundamento ya que se basa, al contrario que el NutriScore, en “raciones”.

Por ejemplo, la información nutricional de los productos siempre nos aparece por 100g y por “ración”, la cual está diseñada por la industria y puede llevar a confusión. Es decir, si la ración de unas galletas calóricas es de una galleta… los valores de los componentes saldrán bajos y, por lo tanto, verde en el semáforo. El semáforo casualmente rara vez se pone en rojo en productos insanos.

Conclusión, si nos basamos en raciones nos va a llevar a equivocación. Sin embargo, comprar productos entre los valores que tienen por 100g, comparamos basándonos en la misma cantidad y los resultados son objetivos. Aún así, los alimentos se deberían valorar en su matriz total y en el uso que le damos en nuestra cultura, no en nutrientes por separado.